Por Juan Garay

En el mundo de la ópera hay varias historias acerca de funciones que casi se ven interrumpidas pero se las arreglan para continuar. Incluso existe un aria (“Vesti la giubba”) que escenifica esa necesidad que tienen los músicos y los cantantes de seguir adelante. Por eso, frente a las dificultades que todos los eventos culturales han vivido en este tiempo de pandemia, resulta muy significativo que el Festival de Música de Cartagena celebre sus 15 años con una edición dedicada, precisamente, a la ópera.

La experiencia que nos invita a vivir el Festival es didáctica. En primer lugar, la música se presentará en un estricto orden cronológico, lo cual permite comprender fácilmente la evolución del género. En segundo lugar, no se tratará de escuchar óperas completas sino fragmentos significativos de la ópera compuesta por italianos o cantada en italiano. Algunos de ellos son bastante conocidos y apreciados por los melómanos; otros son más bien rarezas, pensando en aquellos que buscan el lado curioso de la música.

“Il Bel Canto”, como se ha llamado a este encuentro, se iniciará el 30 de junio con una mirada a la ópera barroca. Será la oportunidad de escuchar apartes del Orfeo de Monteverdi, que para la mayoría de los historiadores fue la primera ópera que existió: una “fábula en música”, como la llamó el compositor, en donde se empiezan a asomar los personajes y la estructura dramática que poco a poco irán consolidando un lenguaje. Allí está todo lo que hace de este género “la mejor forma del arte”, como la ha llamado la dramaturga Diane Paulus: “canto, música, drama, danza, emoción e historia”.

La segunda sesión, el 1 de julio, estará dedicada al clasicismo. Es el momento en que el género pasa a ser revisado por genios como Gluck o Mozart. Los dos últimos días serán de inmersión en la época más madura de la ópera italiana. El 2 de julio se presentarán fragmentos de Semiramide de Rossini, Norma de Bellini y Lucia di Lammermoor de Donizetti. Al día siguiente, el ciclo se cerrará con una revisión de los universos sonoros creados por Verdi y Puccini. Todo ello contará con la interpretación de la Orquesta Filarmónica Juvenil de Bogotá, dirigida por Sebastiano Rolli, y un grupo de cantantes italianos y colombianos.

El preludio para cada uno de estos conciertos será una charla dictada en horas de la mañana por Giovanni Bietti. Este conferencista ya es conocido en el Festival por su manera amable de explicar la música, ilustrando siempre sus teorías con ejemplos que va tocando en el piano. Al mediodía habrá un espacio para escuchar música de cámara afín al repertorio de las óperas: piezas que comparten la misma época o que, de hecho, aluden a este lenguaje. Los recitales con orquesta y voces presentando los fragmentos operísticos se desarrollarán en las noches.

 

Preparándonos para el 2022

El 4 de julio habrá un evento adicional en el Centro de Convenciones: un programa especial de la Orquesta Filarmónica de Bogotá que lleva por título Ópera sin fronteras. Aunque pudiera entenderse como un epílogo del decimoquinto festival, tal vez se entienda mejor como un puente hacia lo que sucederá seis meses después.

Los asiduos del Festival de Música de Cartagena notarán que esta programación es más corta.
“Il Bel Canto” puede ser en realidad un preámbulo para la decimosexta versión del Festival, que se desarrollará del 6 al 15 de enero de 2022, alrededor de la figura del compositor Gioachino Rossini, quien fuera en su tiempo una auténtica estrella del mundo de la ópera. “Son dos festivales conectados”, explica su director general, Antonio Miscená, quien resalta el compromiso que tienen con ambos eventos la Embajada de Italia, el Ministerio Italiano de Asuntos Exteriores, el Instituto Italiano de Cultura y la Gobernación de Emilia Romagna.

Se sabe que Rossini compuso alrededor de cuarenta óperas en un período de veinte años, y muchas de ellas contienen arias melodiosas y de fácil recordación. Si hubiera que hablar de una sola “época de oro” de la ópera, muchos eligirían la etapa de mayor popularidad de Rossini, alrededor del tiempo en que compuso y estrenó El barbero de Sevilla.

Precisamente, El barbero de Sevilla será la obra puesta en escena por el Festival de Cartagena en 2022, en colaboración con el Teatro Comunale de Bolonia y con la participación de la orquesta residente de ese importante escenario. Sin duda es un punto de llegada muy grato luego de haber revisado a vuelo de pájaro los orígenes y evolución del género en 2021. Pero el Festival ya tiene una tradición de presentar óperas, desde la sencilla La Serva Padrona de Pergolesi hasta producciones más elaboradas como Las bodas de Fígaro de Mozart. Esta obra de Rossini que veremos el próximo año es entrañable gracias a un componente de humor y unos personajes muy bien perfilados. Y la gran conclusión es que la ópera sigue ofreciendo a nuestro tiempo una especie de espejo de nuestras complejidades.

“La ópera expande el horizonte de lo humano”, dijo una vez el poeta africano Wole Soyinka. Quizá por eso tiene tanto que decirnos en cualquier época. Hay momentos en las óperas de Mozart, por ejemplo, en que tres o más personajes están cantando sobre sus emociones; cada uno expresa una emoción distinta (el amor, el miedo, la pena) pero entonan sus cantos al mismo tiempo y terminan creando una armonía perfecta. Esa puede ser la gran metáfora de nuestras diferencias como individuos en un mundo que es también social, compartido.

Son muchos más los motivos por los cuales este género, entre lo musical y lo teatral, sigue teniendo un público asiduo. Existiendo ya el cine, las series y otras posibilidades de entretenimiento audiovisual, la ópera se mueve en una dimensión estética que difícilmente alcanzan las otras artes. Daniel Corrales, programador de la Radio de la Universidad del Rosario, sostiene que la ópera es capaz de fascinarnos “porque une el alma humana con algo que todos quisiéramos tener: una banda sonora de la vida”. No es solo una cuestión de entretenimiento entonces. Es que nos gusta reconocernos en su drama a tiempo que nos envolvemos en su sonido.

Publicado en la edición impresa de diario El Espectador el 17 de abril de 2021